¿Fin del mundo o revolución espiritual?

El 21 de diciembre de 2012 pasó y aquí seguimos todos. ¿Qué puede ser mito y qué puede llegar a ser verdad acerca de esta inquietante profecía? La civilización maya estaba increíblemente avanzada en conocimientos matemáticos, de ingeniería y astronomía. De hecho, en la vida de aquella cultura convivían tres tipos de calendarios: uno para uso religioso, uno para uso civil y otro que llevaba la cuenta desde el inicio de la civilización hasta el final del mundo. Supuestamente. Este último se llama Calendario de “Largo Conteo” y equivale a 5.125,36 años. Ese ciclo se completó en el solsticio de invierno de 2012, el 21 de diciembre. Se ha interpretado que en este día terminaría el Gran Ciclo, termina el tiempo, por lo tanto también la Tierra debe terminar. Algunos amantes de las catástrofes aseguraron que ese día se acabaría el mundo. Pero el último día de ese calendario tallado en piedra, de más de 1000 años de antigüedad, no traería ninguna calamidad. Los mayas hablaban de un cambio en la mentalidad de la gente: una nueva conciencia cósmica y una transición espiritual hacia una nueva civilización. Los expertos determinaron que será una época importante; pero únicamente debido a una serie de alineaciones astronómicas infrecuentes, incluida una que tiene como protagonista al sol y que ocurre cada 25.800 años. De hecho, existen inscripciones mayas donde aparecen fechas posteriores a 2012, incluida una que alude a lo que sería el año 4772.

Según las profecías mayas se daría una configuración planetaria que no había ocurrido nunca antes, y esa configuración influenciaría el comportamiento humano y anunciaría un cambio en la historia del planeta. Esta transformación planetaria alcanzó su cúspide el día 21 de Diciembre del 2012 dando inicio a un nuevo ciclo.

Un nuevo ciclo que, por supuesto, se reflejará más en el destino de las personas que en el futuro físico del planeta tierra. En efecto, no hubo meteoritos lloviendo desde los cielos, sino tsunamis espirituales, lentos, serenos, pero implacables. No los percibiremos día a día, pero al mirar un año atrás veremos con claridad que no somos los mismos, que el mundo cambió sustancialmente modificando el curso que venía siguiendo.

Los más optimistas confían en que las cosas se enderezarán, las guerras se interrumpirán, las gente comenzará a ser más bondadosa, caritativa, generosa... Los menos optimistas aseguran que habrá cambios enormes, sí, pero que nos dejarán en una nube de confusión y que le llevará muchos, muchos años a la raza humana encaminarse hacia el rumbo correcto.

El cambio siempre es bueno, nos empuja hacia adelante, ofrece dinamismo, nos despierta. Los planetas se alinean para ofrecernos un destino mejor. El ser humano vuelve a conectarse con su alma, con sus chakras, con su espíritu. En efecto, tal como la mayoría de los arqueólogos, astrónomos y estudiosos de los mayas anticiparon, lo único que sucedió el 21 de diciembre de 2012 fue una lluvia de teorías y rumores a través de Internet.

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