Lo que me enamoró de México

Si algo te atrapa una vez pisas el asfalto de México es la vida en la calle. El rastro de los puestos callejeros, los miles de vendedores ambulantes, los tacos de la esquina, los tamales calentitos, el chófer que te grita en plena vía pública “¡súbale, hay lugares!” … Todo en México es pura vida y color.

Y más si tu ciudad de residencia es el Distrito Federal, una capital con más de veinte millones de habitantes, inundada de coches, tráfico vial, contaminación, ruido, y aún así, con un “charming” especial. Muchos seguro dirán que el D.F. es un “desmadre”, como dicen los mexicanos, un completo caos ¡vaya!, y quizá tengan razón. Sin embargo, es una ciudad alegre. A pesar de sus defectos, desborda alegría y mucha vida.

Si dicen que Nueva York es la ciudad que nunca duerme, ¡pues el D.F. nunca descansa!. La música en la calle, los miles de vendedores ofertando hasta lo inimaginable, los parques inundados de niños, perros y miles de tribus urbanas, los mercados rebosantes de comida y folclor, las noches de cantina, los frecuentes encuentros multitudinarios en las grandes avenidas, los domingos de bici, los viajes en metro entre altavoces ambulantes, ¡todo es vida y todo, a lo grande!

Algo de lo que uno se enamora también instantáneamente en México es de su luz y sus paisajes. México es un país de contrastes, inmenso, con geografías extremas y muy diversas. Y cada estado, cada provincia, tiene un toque particular y una carga de historia que no pasa desapercibido. Para los que hemos tenido la fortuna de viajar de norte a sur por el país, atravesando montañas, planicies desérticas, zonas tropicales, tierra fría y caliente, la experiencia queda para siempre grabada en la retina como privilegio único.

Eso y las escapadas a la playa en cualquier época del año. Una posibilidad impensable en mi vida antes de México. Saber que puedes preparar tu maleta cualquier fin de semana y en cuestión de horas estar en una playa perdida es quizá uno de los placeres que más se saborea en este país.

Y playas no faltan: el caribe de ensueño, con playas paradisiacas, los pueblos pesqueros de la costa de Oaxaca, en el Pacífico, Acapulco, a cinco horas del D.F., Mazatlán, Puerto Vallarta, las playas junto al desierto de Baja California, Veracruz. Cientos de destinos de mar donde cómo dice el dicho, la vida es más sabrosa, y en México sobran.

Vivir en México, es sin duda, una aventura maravillosa, tanto que, cómo dice la canción… “si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”.

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