TEXAS - El Museo Meadows de Dallas desnuda las primeras conexiones del escultor Eduardo Chillida con las vanguardias de la primera mitad del siglo XX, en una exposición retrospectiva que revive la riqueza artística del espacio y la forma del artista español.
En total son 66 las piezas que estarán expuestas hasta el 3 de junio en el Meadows, las cuales proceden exclusivamente del Museo de Chillida-Leku en Hernani (San Sebastián, España), y que conforman una completa antología que permite al visitante repasar el interés de Chillida (1924-202) por la subjetividad humana y sus nociones poéticas de la forma a través de diferentes materiales.
"Mi padre dudaba mucho de la experiencia, prefería la experimentación; le gustaba enfrentarse a un material con la posibilidad de cambiar su posición y luego variar su escala", comentó uno de los hijos del autor, Luis Chillida, en una entrevista con Efe al hilo de la exposición que se presenta en Dallas.
Chillida explicó que su padre nunca se definió a sí mismo como un artista abstracto, sino que él trataba de representar conceptos "que no tenían forma", como un yunque de sueños o el rumor de límites, en definitiva, "usaba los materiales para dar forma a las palabras".
La exposición "Memoria, Mente, Materia: La Escultura de Eduardo Chillida" abre su recorrido en la planta baja del museo con una sección de fotografías y material documental dedicada a la monumental obra que Chillida tiene frente al Centro Sinfónico Morton H. Meyerson de Dallas.
Se trata de dos imponentes cilindros de acero de 4,5 metros de altura y 1 metro de diámetro que elaboró para la inauguración del auditorio mientras estaba en constante comunicación con el arquitecto del edificio, Ieoh Ming Pei.
Por ello, el director del Museo Meadows, Mark Roglán, definió a Efe esta muestra como una oportunidad de "revivir" al artista en Dallas y conectarle con el público general estadounidense para que "pueda entender su riqueza" más allá de la escultura pública.
En la planta superior de la exhibición se pueden observar dibujos, grabados, collages, varios ejemplos de las esculturas en papel que llamaba gravitaciones, o murales hechos con cemento que ofrecen la posibilidad de entender el proceso creativo del autor.
"En su dibujo, el trazo es muy pequeño porque quería controlar la línea o también se puede ver la magia que hacía con la forma de las vigas de acero, de una enorme complejidad técnica", admitió Roglán.
Esta exhibición también permite al público comprender la conexión del creador con sus raíces en el País Vasco (norte de España), mostrando cómo sus obras evocan dedos, brazos y manos entrelazados como instrumentos para interactuar con la tierra, la forma en la que sostiene y da forma a los materiales.
En palabras del director del Meadows, Chillida "trabajaba con la delicadeza de un miniaturista pero tenía la fuerza de un titán".
En la parte que cierra la exhibición, los espectadores se topan con una sección centrada en los libros del artista, entre los que destaca el dedicado a su amigo Jorge Guillén, poeta y crítico literario español de la Generación del 27, con el que coincidió en Estados Unidos cuando este estudiaba en la Universidad de Harvard.
Guillén explicó en palabras la coexistencia del vacío y la materia, claves de la producción del artista vasco, con un verso referente en las obras de Chillida: "Lo profundo es el aire".
"Mi padre fue un hombre muy trabajador, que actuaba con honestidad e ilusión", concluyó Luis Chillida.
La muestra llegada a Dallas después de exhibirse en el Museo Dalí en San Petersburgo (Florida) ha estado coordinada por William Jeffett, curador jefe de exposiciones de dicho centro de arte, junto a Ignacio Chillida, otro de los hijos del artista.