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En McKinney: compra la tienda de la esquina donde alguna vez vendió drogas

Condenado por vender crack en 1998, Hernández pasó 18 años en una prisión federal antes de que el presidente Obama concediera su pedido de clemencia.

NBC 5

Para Jason Hernández, quien nació y creció en McKinney, Texas (al norte de Dallas) regresar a la intersección de Greenville Road y Murray Street en el este de de la ciudad es lo que parece completar el círculo.

“Estar de regreso en esta esquina me trae recuerdos agridulces”, dijo Hernández.

Amargado y triste porque fue afuera de una pequeña tienda en esta misma esquina, Hernández hizo su primera transacción de drogas cuando tenía 15 años.

Seis años más tarde sería condenado a cadena perpetua sin libertad condicional.

Condenado por vender crack en 1998, Hernández pasó 18 años en una prisión federal antes de que el presidente Obama concediera su pedido de clemencia.

"¿En qué estaba pensando? Quiero decir, pensé que estaba mejorando la vida de las personas cuando en realidad estaba destruyendo vidas", dijo Hernández a NBC 5 poco después de su liberación en 2015.

Ahora, él está haciendo lo contrario porque la misma tienda donde vendió su primera bolsa de drogas hace 30 años, Jason acaba de comprarla.

“Siento que le debo a esta comunidad, siento a esta comunidad que amo que hubo un tiempo en que la estaba envenenando, y ahora en lugar de vender marihuana, quiero vender naranjas, quiero vender frutas, quiero vender verduras”, dijo Hernández.

Una vida nueva que comienza con la limpieza de los estantes. Ha estado regalando refrescos y bocadillos que dejó el propietario anterior y planea destruir todo lo que hay detrás del mostrador, incluidos los artículos que se pueden usar para vender y consumir drogas.

“Al final del día, solo quiero hacer algo bueno por el barrio”, dijo.

Volver a imaginar una tienda de 70 años es tan abrumador y poco glamoroso como suena.

Hernández se mantiene organizado haciendo listas en una pizarra que mantiene encima de una pila de cajas en la parte trasera de la tienda.

“Me liberaron en 2015. He sido parte de la comunidad, pero nunca había hecho nada como esto”, refirió.

Quiere reemplazar la comida chatarra en los estantes con opciones saludables y asequibles para un vecindario que se considera un ''desierto alimentario''.

Él espera que la tienda vuelva a abrir en algún momento a fines del verano.

Una subvención a través de la Fundación Marguerite Casey ayudó a Hernández a comprar el negocio.

La organización sin fines de lucro ayuda a los miembros de las comunidades a reconstruirlas de la manera que mejor les parezca.

Nació sin piernas, pero esto no ha limitado a Kanya Sesser a cumplir sus sueños y lograr todo lo que se proponga realizar. Te contamos su inspiradora historia.
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